A Helena siempre le había gustado el número 3, desde hacía muchos años se había convertido en un número importante para ella. No sabía por qué, pero un día decidió que sería su número predilecto al escuchar, en una ocasión en clase, que "daba mala suerte" estar relacionado con él. Este comentario se lo dijeron a una de las personas que Helena conoció mejor durante los años que estudió primaria (aunque ya la conocía desde preescolar). Se trataba de Laura Cayuela que, al tener un apellido cuya inicial era una de las primeras letras del abecedario, tuvo la "suerte" de ser (casi) siempre el número tres la lista de clase. Y fue un día concreto, cuya fecha asignada Helena no recuerda, que le hicieron este comentario sobre la mala suerte y pensó que no quería ser supersticiosa en su vida, es más, le gustaría todo aquello que a la gente le producía cierto respeto. Y le empezó a gustar el 3.
Años más tarde, ella nunca llegó a entender quién ni por qué se hizo aquél comentario porque el único rasgo encontrado de que existan malos augurios sobre el número 3 es que es uno de los dígitos del número 13 (el cual bien se sabe que sí tiene connotaciones negativas sobre todo en martes) y que en Vietnam se cree que las fotografías en las que aparecen tres personas dan mala suerte. Sin embargo, en la cultura medieval cristiana se considera un número perfecto porque simboliza el movimiento continuo y la perfección de lo acabado, así como ser símbolo de la Trinidad, particularmente cuando uno de los vértices indica hacia arriba como dirección espiritual. Es, por tanto, considerado por los creyentes como un número celestial.
Así que cuando Ariel y Helena se conocieron, el número tres supuso un elemento importante en esa relación que estaban estableciendo. Aparecían treses por todos lados: los metros, los números que veían en sus acciones cotidianas, cosas que se repetían tres veces, imágenes o detalles de películas en los que quizás no habían reparado y que contenían números tres, capicuas o primos, los TRES tipos de números que apasionaban a Helena. Ya no eran dos besos, sino tres: él último en la frente. Y las horas seguían repitiéndose conteniendo el número 3. Aún todavía los persiguen.
Así que cuando Helena se ha dispuesto a hacer esta actualización, ha pensado en buscar imágenes que tuvieran algo relacionado con el tres. Y buscando, buscando ha encontrado una pintura de Gisela Ueberall llamada Three Wise Man I, del cual hay una segunda obra llamada Three Wise Man II.
Curiosamente, los personajes de la obra no tienen ojos ni nariz ni boca.
«¿Te recuerda a algo, Ariel?» - diría Helena.
El caso es que en aquella ocasión, en aquél bar donde sonaba música conocida, donde Ariel pidió "lo mismo" que Helena y donde esta última ha ido exactamente tres veces, los personajes de los cuadros que había en aquella pared eran así, sin rostro.
Aquella tarde-noche, al volver a casa, Helena no se fijó en cuál era el número de metro que cogieron, ni siquiera si había luna de cuadro aquél día. Pero ella está segura que si la había, aquella canción, del mismo grupo que sonaba en aquél bar, se podía haber escuchado desde cualquier punto de la ciudad. Y desde más allá, porque ella pudo escucharla... y ni siquiera sabía dónde se encontraba su alma.
Aquella tarde-noche, las luces de aquella calle por la que tantas veces había pasado, se iluminaban y les decían en voz bajita: «Nos encendemos por vosotros».