lunes, 28 de diciembre de 2009

Decir la verdad o maquillarla

Esto viene a ser una reflexión acerca del maquillaje literario o filosófico, depende de cómo se mire. Literario porque las cosas no las maquillamos con pinturitas sino con palabras y filosófico porque se nos plantea una gran duda: decir la verdad o maquillarla, he ahí la cuestión.





Conozco un experto que te ayuda a hacerlo en pocos días. Es un profesional, un tigre de la mentira, un caballero de la verdad. Se recrea con esmero en lo que le interesa; huye de lo que teme. Le llaman "el tragaperras". No me preguntéis por qué, porque lo desconozco, pero juraría que no le llaman así porque se gane mucho en su juego, más bien se muere de pobreza, de desilusión.

Un día me estaba planteando yo qué hacer con mi existencia y no se me ocurrió otra cosa que llamar a su puerta, sin saber (o al menos no hasta el punto en que ahora lo conozco) lo que tras ella me esperaba. Sin miedo y con decisión accedí al interior, creyéndome fuerte y equilibrada. Ese es el punto de inflexión: el principio y fin de mi reflexión. Ese es el punto donde todo empieza y termina; donde no hay vuelta atrás; donde perece lo que se tenía y aparece lo que después dejaremos de tener (si es que lo tuvimos un día).

¡Cuán inocente es aquél que quiere aprender a maquillar y, llamando a la puerta del maquillador se cree verse en un espejo! ¡Cuán débil aquél que cree que puede seguir el juego! Y se da cuenta que éste no tiene nada que enseñarle, o sí, pero: ¿no sería tonto acaso el maquillador de mostrar sus secretos? ¿no le quitaría eso prestigio? ¿no se acabaría su papel en la función? Porque su base es engañar, mentir y disimular lo cierto para confundir al resto a su merced. ¿Y el resto qué hace? Caer en sus redes.

Pero todos tenemos nuestras debilidades y nuestras fortalezas. Y cuando uno descubre lo infeliz que es aquél que engaña, el que permanece en el mundo como si no perteneciera a él (como si nada le pudiera herir) se da cuenta de que no merece la pena ser enseñado en esas técnicas sino en aquellas que les ayuden a evitarlas.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Caballero



De la mesa redonda.
Y de la cuadrada.
Del zodiaco.
Templario.
De la muerte.
De guerra.
Ponche.
Andante.
Errante.
Blanco.
O negro.
Feudal.
Imperial.
Jedi.
Oscuro.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Jamás la tuve


"O entienda que si no pierdo la fe es porque jamás llegué a tener una que perder."

Tendemos a idealizarlo todo. Nos permitimos el lujo de pensar que las cosas son mejores de lo que son solamente porque necesitamos creer que merece la pena luchar por algo. Y no entendemos que es mucho más sencillo asumir la realidad, al menos la perceptible, y no mentirnos día a día para después caer en picado, consumirnos como una vela.

Porque es bonito tener fe, dar explicaciones a cosas que parecen no tenerla e intentar pensar que las cosas se han alineado para que así suceda algo; que existe un destino para todo y que los hechos de nuestras vidas no son aislados sino que unos llevan a los otros. Es bonito pensar que las cosas malas han traído cosas buenas y que sólo por eso merece la pena sentirlas y vivirlas. Que cuando escuchemos aquella canción o veamos aquella escena sentiremos el recuerdo en nosotros de esas vivencias. Y nos decimos: por esto merece vivir.

Nos lo decimos mientras cenamos solos o nos bebemos una cerveza en silencio mirando por una ventana. Y a veces dan ganas de tirarse. Pero no puedo, porque no he perdido la fe: porque nunca tuve una que perder.

jueves, 3 de diciembre de 2009

\infty




Se creyó su propia teoría y la llevó a cabo con la máxima frialdad posible. Tenía en su mente la idea de que no había en el planeta una sola persona que pudiera completarle íntegramente así que pensó: ¿por qué no que cada uno me aporte lo que pueda?

Y así descubrió como tener miles de amantes imaginarios: uno fuerte, otro ágil, otro inteligente, otro culto, otro divertido... Total, su imaginación era lo único sin límites.