Recuerdo fragmentos del sueño de hoy. Creo que estábamos tú y yo y te presentaba la familia, creo que era una boda o algo así. A veces mis sueños, aunque diferentes, ocurren en el mismo lugar. Creo que ahora puedo describirlo.
Hay un tren que viene de lejos, como por la costa, y llega a un punto en el que me bajo del tren y cojo otro, no sé, esta parte no está clara, pero acabo cogiendo un tren que sube a una montaña, igual es un tranvía. Me bajo en una estación y parece que hay un pueblo o algo así. Después de bajarme, camino escaleras y cuestas, hacia arriba, y llego como a unas gradas pero no recuerdo ningún campo. Sólo esas gradas y creo que siempre hay mucha gente allí, gente que conozco o que me suena, pero son gente relacionada entre ellos.
Es extraño porque siempre ocurren cosas distintas, variadas, pero es como que todo eso se da en un mismo lugar. No siempre sueño con este sitio pero creo que si se repite es por alguna razón.
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Y bajo la luz de una estrella que nunca se extinguirá me dejo llevar por las corrientes de unas aguas cristalinas que con preciosos destellos de luz reflejan el brillo de la noche. Me pierdo en las dulces caricias de las doradas espigas que el viento mece, suave viento que acaricia mi piel y llena mi alma de la felicidad que proviene de aquél lugar que nadie conoce.
Pues la felicidad no se puede tomar, te tiene que ser dada, igual que los deseos que vuelan en esta época por encima de nuestras cabezas.
Sólo los dioses conocen la mente y el pensamiento, el arte de dibujar sonrisas en los rostros, los secretos del amor y la felicidad. Al nacer me fueron regalados estos poderes para que los pudiera usar contigo. Esa es la bendición que los dioses nos dieron, esa fue su forma de decir: "Es inevitable, serán felices para siempre"