Por este motivo, y otros, a veces él aparecía en el suelo, durmiendo; otras veces a los pies de la cama, o por encima de mi cabeza. En fin, que el pobre dormía como podía, como le dejaba.
Últimamente se acomoda en el espacio que queda entre mi hombro y la almohada, ya sabéis, donde a veces ponemos la mano para cubrir el cuello o en verano se ha acomodado en mi tripita.
Ya nos conocemos lo suficiente para vernos las caras por la mañana y saber si hemos dormido bien o no. Hoy supongo que habrá supuesto que se ha movido demasiado, pero pobre, si la culpa no ha sido suya. Es que al parecer los tés a partir de la comida son demasiado excitantes para mí, a no ser que sean Taj Mahal. Creo que es hora de ir comprando una bolsita de la India.
Hoy he rememorado Berlín, gran ciudad.