Es difícil saber cuando algo cambiará, o cuando pasará una etapa de tu vida. A veces queremos que el tiempo se detenga donde está y que nada se mueva del sitio donde tanto nos ha costado ponerlo; otras veces deseamos con todas nuestras fuerzas que las cosas evolucionen y que no se queden estancadas, que el tiempo las desgaste y cree nuevas. Pero no podemos hacer planes sobre nuestro futuro. Porque si bien es cierto que todo cambia, que nada es permanente, la vida nos sorprende poco a poco con pequeños movimientos en el tablero que resultan totalmente impredecibles.
Lo más sensato sería vivir día a día con prudencia, con perspectiva, pero sin obsesionarte con un futuro cercano o lejano. Es conveniente planificar, tratar de ser feliz con menos y adaptarse a las circunstancias. Porque es complicado saber cuál es la mejor forma de hacer las cosas cuando uno no sabe de esos movimientos fortuitos de la vida. Pero sí sabe cómo hacer las cosas ahora, para la situación actual.
Así que me doy un pequeño consejo: ya que esto también pasará, trata de disfrutar las cosas buenas del ahora, así como disfrutarás las cosas buenas del mañana. Sean cuales sean. Cambien cuando cambien.