miércoles, 25 de marzo de 2009

Dientes


Hacía tiempo que no tenía miedo de alguien. A veces uno olvida las sensaciones que tuvo hace mucho tiempo, aunque en realidad permanezcan escondidas dentro de su mente y se nieguen a aparecer con asiduidad. Yo ya había olvidado mi miedo a las personas. Pensaba que era una sensación que jamás volvería a experimentar. Pero he vuelto a mi niñez.

He vuelto a aquella época, cuando llegaba a clase y no podía mirarle a los ojos. Y sin embargo, buscaba las pupilas del miedo para intentar enfrentarme a él. En cierto modo me atraía el reto. He vuelto a sentir la sensación de reprimirme, de no expresar ese miedo, de sonreír... y esperar el momento de estar a solas para respirar de forma agitada y tocarme el corazón para comprobar que no iba a salírseme del pecho. Y que de repente te suden las manos: y restregarlas la una contra la otra para redimir esa sensación, para apaciguarla.

He vuelto a aquella época donde pintaba cosas extrañas sobre un papel, cantaba la misma canción cientos de veces intentando encontrar un significado oculto y descubrir que no lo tiene. He vuelto a que me cueste dormir sin motivo alguno, a perder el tiempo, a pensar demasiado, a que me importen demasiado las cosas.

He vuelto a todo eso porque he vuelto a sentir miedo: miedo a mirarme a los ojos en un espejo y sentir algo; miedo a leer palabras que me hagan recordar; miedo al miedo y a todo lo que ello comporta.

Porque no hay más miedo que el que nos tenemos a nosotros mismos. La diferencia es que ahora ya no soy pequeña.

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