Limpiaba su cuerpo cuidadosa y minuciosamente parte por parte: desde los dedos de los pies hasta el último pelo de su cabeza; frotaba enérgicamente el jabón que resbalaba por su espalda. Primero con agua fría, luego caliente, luego fría. Después lavó sus dientes, se echó un poco de crema en la cara para refrescarla y se sintió una persona nueva.
Todo esto lo hizo de la misma forma en que aquellos extranjeros habían limpiado el coche gris [un sitio que le habían dicho que te lo dejaban como nuevo], sólo que con una diferencia: no era suficiente con limpiar su piel... la tarea pendiente era limpiar su interior.
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