viernes, 5 de febrero de 2010

Cuando la memoria tiene límites...


Tantos días hubieran dado para pensar mucho. Pero los dejé pasar como si no fuera conmigo la cosa y parece que ahora nos encontramos en la frontera entre darnos de bruces definitivamente u olvidar que jamás existieron dudas.

Se me empiezan a olvidar cosas: números de teléfono, rostros, voces, posturas, pieles, miradas, el olor a desodorante, la sensación de frío en los pies al caminar descalza en el piso, el sonido que produce mi móvil al vibrar, los ronquidos, la sensación de que el tiempo no pasa, el silencio, las canciones que suenan y no canto, el olor a incienso, la luz deslumbrándome, cajas rosas, cajas rosas, cajas rosas...


2 comentarios:

Isa R. dijo...

Ya no me acuerdo ni de qué color eran las cajas... quizás porque ha dejado de importarme si alguna vez existieron.

Isa R. dijo...

Pues sí... existieron. Y ahora me es imposible obviarlo.