viernes, 5 de junio de 2020
Regalo
No se puede regalar la luna, ni siquiera comprarla o venderla. No se puede regalar el mar, con sus olas y su espuma; ni se puede regalar el aire que respiras. No se puede regalar una sonrisa, que se escapa entre tus labios...
Se acabó la magia
Se acabó la magia. Estoy saturada. Tengo problemas para organizarme y hacer lo que quiero. Quizá haya llegado el punto de empezar a distanciarme de algunas cosas.
Necesito desengancharme de esa droga que se llama socialización, me consume y me deja cansada.
En el fondo me lo busco yo misma.
Aprendizaje constante
Han pasado dias desde que escribí mis últimas palabras y en realidad es posible que se hayan resuelto la mayoría de dudas que habia planteado como juego en mis entradas. Pero no os había contado nada porque me apetecía reírme un tiempo mientras escribía lo siguiente..
Cuando dejas que la rutina envuelva los acontecimientos diarios, nada parece excepcional y todo se normaliza. Sí, un traje gris, mi color favorito. ¿Y qué?
Qué difíciles son las relaciones personales!, diría yo. Pero no es cierto, a mí me parecen bastante simples. Y la simplicidad de las cosas está en saber que lo que hacemos hoy por impulsos tendrá consecuencias que quizá mañana no podamos borrar. ¿Qué nos empuja a ser tan impulsivos? ¿Nos creemos invencibles? ¿Nuestro ego se aburre? No se puede caminar por la pasarela de la estabilidad pegando botes. No se pueden tirar los dados si no estamos dispuestos a jugar; si cuando vayamos perdiendo la partida nos levantaremos dando un golpe en la mesa y desmontando el tablero. Si se juega se ha de jugar hasta el final.
Yo me he tumbado estos días en el sofá de la felicidad para ver como otros juegan sus partidas. Yo no pienso dejar nada en manos del azar. Cuando juegue, lo haré de verdad.
Cuando dejas que la rutina envuelva los acontecimientos diarios, nada parece excepcional y todo se normaliza. Sí, un traje gris, mi color favorito. ¿Y qué?
Qué difíciles son las relaciones personales!, diría yo. Pero no es cierto, a mí me parecen bastante simples. Y la simplicidad de las cosas está en saber que lo que hacemos hoy por impulsos tendrá consecuencias que quizá mañana no podamos borrar. ¿Qué nos empuja a ser tan impulsivos? ¿Nos creemos invencibles? ¿Nuestro ego se aburre? No se puede caminar por la pasarela de la estabilidad pegando botes. No se pueden tirar los dados si no estamos dispuestos a jugar; si cuando vayamos perdiendo la partida nos levantaremos dando un golpe en la mesa y desmontando el tablero. Si se juega se ha de jugar hasta el final.
Yo me he tumbado estos días en el sofá de la felicidad para ver como otros juegan sus partidas. Yo no pienso dejar nada en manos del azar. Cuando juegue, lo haré de verdad.
Recuerdos...
Cada cierto tiempo, quizá 3 años, uno vuelve a notar como se agitan cosas dentro de sí. A veces me pregunto si todo el mundo permanece impasible a los recuerdos o si los demás también son cíclicos, como yo. Soy una maldita espiral sin final...
Tú eres tú
Creo que estoy encontrando la calma perdida. No creo que se trate de ahora... me da la sensación que viene de tiempo atrás. Quizá esa conexión que parecía que quería con otros, quizá sólo se trataba de conectar conmigo de nuevo. No del modo que lo estaba haciendo; creía que sólo faltaba un clic y había que darle la vuelta completa a la rueda.
Quizá no se trataba de conectar, sino de desconectar. De mejor fluir y menos forzar. ¿Tan difícil es dejar que las cosas fluyan? Barreras, patrones... uno sobre otro, no vaya que se note que hemos puesto el anterior. Y creamos una capa de cemento armado que no te reconoces cuando te miras al espejo.
¿Cuándo sabes realmente que ese tú eres tú?
miércoles, 3 de junio de 2020
El cabo anudado
Me he construido un mundo de ficción que pretende superar el de verdad. Pero nada más lejos de la realidad: sé de sobras que es todo pura fantasía. El deseo irrefrenable de la novedad, de ir más allá, de romper con las cosas siempre está ahí, de forma cíclica.
Es como una cuerda atada en círculo y que va dando vueltas: cada cierto tiempo volverás a ver ese cabo anudado. Que si se suelta, no sé, no es bueno ni malo, sólo es. Pero quizá no es lo que tu mente había recreado. ¿Cuántas ganas tienes, de verdad, de buscar otra cuerda? Siempre pregúntate esto. Porque a lo mejor te estás confundiendo y ahora solamente se trata de la vuelta de estar agradecida con lo que te has brindado. Piénsalo.
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