jueves, 21 de octubre de 2010

Cuando dormir juntos es tan fácil en un lugar tan pequeño

Nos hemos acostumbrado a dormir juntos después de tantos años. También he de decir a su favor que se trata de alguien adaptable y cómodo. Pero nunca es fácil compartir cama con alguien que aparece de repente en tu vida, de un día para otro. Y menos si es gordo. Que no tengo nada en contra de los gordos pero duermo en una cama de 90 de ancho. Y de largo... qué decir: se tumba mi alma bien estirada y se come parte de la habitación de al lado.

Por este motivo, y otros, a veces él aparecía en el suelo, durmiendo; otras veces a los pies de la cama, o por encima de mi cabeza. En fin, que el pobre dormía como podía, como le dejaba.
Últimamente se acomoda en el espacio que queda entre mi hombro y la almohada, ya sabéis, donde a veces ponemos la mano para cubrir el cuello o en verano se ha acomodado en mi tripita.

Ya nos conocemos lo suficiente para vernos las caras por la mañana y saber si hemos dormido bien o no. Hoy supongo que habrá supuesto que se ha movido demasiado, pero pobre, si la culpa no ha sido suya. Es que al parecer los tés a partir de la comida son demasiado excitantes para mí, a no ser que sean Taj Mahal. Creo que es hora de ir comprando una bolsita de la India.

Hoy he rememorado Berlín, gran ciudad.

2 comentarios:

Fernando Gili dijo...

Yo peso 187 kilos... ¿no podré dormir en su cama?
Siempre suyo
Un completo gilipollas

Isa R. dijo...

Ya he dicho, no depende de los kilos sino de la adaptabilidad de los mismos ;)